Las muelas, las únicas dos que quedan, se mueven al empujarlas con la lengua. No duelen, solo tratan de escapar, de desertar de un ejercito que fue derrotado definitivamente hace mucho tiempo.
Perder los dientes es un ensayo para perderlo todo.
Imagino las dos piezas, picadas y amarillentas, humilladas junto a las de acrílico, ridículamente blancas, como los huesos en la arena.
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Los ruidos en la noche no se escuchan hasta que faltan, hasta que dejan de escucharse.
Con los ojos aún cerrados trato de ubicar el zumbido del refrigerador, en cambio me oigo tragar saliva. Hace años que los alimentos dejaron de necesitar refrigeración.
Sin abrir los ojos pego los brazos a mis costados. Sé que Angélica está muerta, que estoy solo en la cama, pero aún hoy me vence la tristeza, si en medio de la madrugada, estiro la mano y no la encuentro.
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Los ruidos en la noche no se escuchan hasta que faltan, hasta que dejan de escucharse.
Con los ojos aún cerrados trato de ubicar el zumbido del refrigerador, en cambio me oigo tragar saliva. Hace años que los alimentos dejaron de necesitar refrigeración.
Sin abrir los ojos pego los brazos a mis costados. Sé que Angélica está muerta, que estoy solo en la cama, pero aún hoy me vence la tristeza, si en medio de la madrugada, estiro la mano y no la encuentro.
2 comentarios:
Los ruidos en la noche no se escuchan hasta que faltan, hasta que dejan de escucharse.
cierto, por eso me gusta esta frase de locura silenciosa
"pero aún hoy me vence la tristeza, si en medio de la madrugada, estiro la mano y no la encuentro".
Creo que hasta yo me senti triste y no se porque... un abrazo
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